viernes, 29 de diciembre de 2017

CALL ME BY YOUR NAME (2017)




Estaba destinada a ser la película del año pero en la última recta final ha perdido algo de fuelle y viéndola ahora entiendo el porque. La cinta del italiano, Luca Guadagnino, que soberbiamente trató temas como la perdida del ser querido en Yo soy el Amor conjugada con la arrebatadora pasión del amor maduro haciendo una obra de arte cuasi perfecta con una Tilda Swinton (Michael Clayton) elegante y majestuosa en su personaje.

Llegaría después con la misma Tilda y con un esplendoroso Ralph Fiennes (El Paciente Inglés) un thriller pasional a cuatro, remake de una película francesa de Alain Delon de 1969, La Piscina, en la que su maestría tras la cámara era evidente, sin ser tan redonda, ofrecía un romboide amoroso de gran altura con imágenes bellísimas pero con mucho más riesgo que en esta última producción.




La cinta no tiene ningún fallo ni error, es simetricamente perfecta como las medidas de una escultura clásica de cualquier efebo griego simbolizando, a través de una inesperada visita de verano, a ese primer amor de una adolescencia, efervescente, que combina dudas e inseguridades tanto sexuales como intelectuales, con la admiración y el ansia por ser adulto, englobado todo esto en la figura de un Armie Hammer (Animales Nocturnos) de belleza praxiteliana  que a la vez cautiva y resultra tremendamente enigmático, acudiendo a la casa de campo de su antiguo profesor de arte.

Allí se encuentra con el hijo de este profesor, un joven de 17 años con las hormonas revolucionadas, que verá en el atractivo hombre, despertar en él una especie de competencia y a la vez amor platónico que comenzará como algo nimio para convertirse en vital y necesario. La tensión entre ellos es constante y la química perfecta, el joven actor, Timothée Chalamet (Intellestelar, Homeland), hace un esplendido papel como ese muchacho en lo que supondrá la aventura de verano más única y especial jamas vivida hasta ahora y que recordará para toda su vida.




La pega que pondría a este film perfecto, ya que sus imágenes son impagables, de una belleza sutil y efímera gracias al marco que las envuelve y a una notable fotografía, sería que no coge ningún riesgo siendo dulce como un melocotón mordido en pleno verano pero que no amarga ni resulta lo suficientemente ácido como para repetir, llegando a empalagar, no siente la curiosidad de indagar más entre ellos y hacer difícil la situación, es una cinta demasiado conformista y bonita. 

Para ser una historia de amor de las mejores que ha dado el cine, como he leído por ahí, necesita de un componente dramático que la haga salirse de sus propios parámetros de perfección y rectitud entre los que se mueve, debería golpear más y conmover más al espectador, quedando solo como una bonita historia de amor parecida a muchas antes vistas de este tipo, salvo que contada con una manera exquisita, con la necesidad imperiosa de asumir riesgos para explotar como el peliculón que debería ser.




Armie está impecable en su papel de seductor provocando en el chico unos deseos irrefrenables que terminarán por eclosionar en un juego de secretos y apariencias pero que a su vez infunden un ambiente familiar de libertad, humanidad y tolerancia envidiable, con unas escenas finales brillantes en cuanto a interpretación, destacando también la del padre, Michael Stuhlbarg (La Llegada, El Caso Sloane), secundario de lujo que ofrece una escena de libro contándole a su hijo un secreto,  que debería conseguir también la nominación. Y la última escena con los títulos de crédito, mientras suena de fondo la canción con el primer plano de Timothée bañado en lágrimas, ofrece un sin fin de emociones en tan solo unas miradas y unos gestos dignos de ser recompensados con el Oscar, siendo su actuación la mas rica y jugosa de todas.




Su BSO está llena de música clásica que armoniza el bello paisaje con la historia del descubrimiento del amor y la pasión junto a temas ochenteros del italodance más puro que harán la delicia de más de uno al recordarlos. Joyas musicales como "Words", "Paris Latino", "Radio Varsavia", o con el olvidado para mi y afortunadamente rescatado "Lady, lady, lady" de Giorgio Mododer que aparecía en la película Flashdance de 1983.

No será el film del año pero si el más hermoso. Os dejo con ese tema y el tema final cuya escena es para enmarcar, compuesto por el propio compositor de la BSO, Surfjan Stevens y que podría alcanzar la nominación a mejor canción.



NOTA PERSONAL: 9 **** EXCELENTE