domingo, 11 de febrero de 2018

EL HILO INVISIBLE (2017)



PTA es un creador indiscutible tanto de apabullantes atmósferas como de universos únicos, su delicadeza en los planos es absorvente y atrayente al mismo tiempo, te atrapa al instante y aquí lo vuelve a hacer con una melodía melancólica y bucólica desde su inicio, donde nos muestra su casa taller y showroom de una exquisita belleza y pulcra blancura, regentado de manera impecable junto a su hermana, amiga y confidente y que interpreta Lesley Manville (El Secreto de Vera Drake) recta, precisa y elegante, como el filo de una aguja, con ciertos toques de la icónica ama de llaves de Rebeca del maestro Hitchcock, despertando las dudas y recelos ante la nueva intrusa que llega a su mundo de soberana disciplina y exhausto trabajo, que se ira transformando, siendo la más sensata de este triángulo sibilino que vamos a ver, en una más que merecida nominación.





La interpretación de Daniel Day Lewis es esmerada y concienzuda, con una voz débil, en ocasiones quebrada, fina y susurrada, encierra una terrible añoranza a un tiempo pasado y la falta de la madre que le enseñó el oficio que tanto ama. Su apagada y estresante vida bocetando y dando vida a los vestidos más exquisitos del Londres de los años 50, vistiendo a las más altas esferas de la sociedad, es alterada, para bien, por una bella, fresca y risueña joven camarera que conoce en uno de sus descansos en la costa inglesa, despertando en él la alegría que necesitaba.

La bella joven enamora al instante por su dulzura natural y su cara limpia y pura que contrasta con el estriado y sin alma rostro de Daniel y que da vida la poco conocida Vicky Krieps (Hanna) que consigue encender la llama del envejecido, enclenque y debilucho reputado modista Lewis Woodcock, en una de sus más concentradas y complejas interpretaciones del británico irlandés, siendo este su papel más difícil, dejándolo sumido en una fuerte depresión al meterse tan a fondo en dicho papel, hasta el punto de dejar la interpretación siendo este su último trabajo.




La actriz sorprende porque lleva el peso emocional de la cinta ella sola, si Daniel es un monstruo interpretativo que difícil es seguirle y brillar casi más que él, lastima que no entrara entre las mejores de este año ya que su personaje es el más atractivo sin duda por la cantidad de matices a lo largo de la historia que es capaz de ofrecernos.

Pero todo genio tiene sus manías y excentricidades y pronto esa adorable y dulce muchacha empieza a ser un estorbo más en su vida rutinaria que solo entiende su mejor amiga y abnegada hermana, ya acoplada a su manera de vivir y a su estricta disciplina a la que la joven no termina por entender. La relación a partir de aquí entre ambos es de las más extrañas que he visto en cine, un prodigio que va desde una relación tóxica y dependiente a la más mordaz y atrevida, mostrándola de manera sinuosa pero a la vez asfixiante y que encierra una maldad y odio que se transforma en amor y veneración como si de un vestido se tratara.



Al igual que cada creación del modista, su relación está en constante prueba y proceso, se inicia con las ganas y la pasión en la elección de las telas para pasar a lo rutinario y basto del patronaje donde todo es vulgar y simple para finalmente convertirse en una prodigiosa obra de arte que culmina en la fascinación y adoración de ambos. Una relación complicada pero bella al mismo tiempo, gracias al trabajo del gran director Paul Thomas Anderson (Magnolia).

Su dirección es quizás la menos vistosa y la que menos se llega a apreciar, aun así está llena de detalles propios identificativos con esos planos imposibles de belleza única, sus primeros planos tan marcados y esos encuadres que hablan por si solos con sus silencios narrativos que lo dicen todo, tan solo perturbados de manera exquisita por la envolvente y laboriosa BSO que acompañan este relato, abarcando todos los puntos de una relación amorosa sin salirse del camino trazado por el director como maquina de coser dando puntadas precisas a la creación del autor, siendo quizás su obra menos personal pero la que más corazón tiene.




Su BSO, nominada al Oscar, junto al exquisito Vestuario que pone el broche de oro a esta maravilla, es de Jonny Greenwood, conocido componente del grupo inglés Radiohead (Creep) y habitual en la filmografia de Anderson (Pozos de Ambición, The Master, Puro Vicio), siempre al piano dando forma a ese amor que lo acompaña y te atrapa de principio a fin, no siendo de extrañar que saltara la sorpresa frente al favorito Desplat por La Forma del Agua en los próximos Oscars.



NOTA PERSONAL: 8,5 **** NOTABLE